Presentada en una arena cubierta de papel en Tokio, la última colección de Francesco Risso ha sido pura ebullición.
Risso ha querido mostrar su fascinación por la disciplina y el rigor del arte, la arquitectura y la cultura japonesa. El país también albergó la primera sede mundial de Marni a finales de los 90, y sigue representando el 23% de sus ventas, por no hablar de la exitosa colaboración de la marca con Uniqlo, que quizá también sirvió de lección sobre cómo aclarar un mensaje estético a un público más amplio.
El concepto de la colección mostrada en Tokio era simple y directo. Compuesta por cuatro colores clave -rojo, amarillo, blanco y negro-, la colección presenta una yuxtaposición recurrente de líneas rectas y círculos; líneas perpendiculares y cuadros cuadrados junto a lunares y siluetas bulbosas. Limpia, directa, fácil de entender y recordar.
En cuestión de proporciones nos ha dejado sin palabras, dándonos vestidos y sastrería inigualables. Francesco explicó que la idea era cortar el ruido con franqueza. "Se trata de encontrar un ritmo entre algo que parece bastante riguroso y la creatividad. Un rigor que parezca delicado, reflexivo y que te haga pensar; una creatividad que parezca reconfortante y que no esté hecha sólo para el algoritmo".
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