Del derecho o del revés, sea como sea, Louis Vuitton volvió a acaparar la atención de todos sus followers y amantes de su, ya característico, savoir-faire con una presentación a modo spin-off. La ‘maison’ francesa trasladó su segundo desfile Menswear FW22 al otro lado del mundo, más concretamente hasta Bangkok (Tailandia). El ejemplo perfecto de que las segundas partes siempre fueron buenas.
Una colección que rindió culto al legado (y decisión) de Virgil Abloh, difunto director creativo de la parte masculina de la marca, sobre la circularidad. Una temática en consonancia con la esencia creativa y perspectiva global de Abloh. Y es que, al igual que en el primer desfile, la colección cobró vida en la Louis Dreamhouse con un sol brillante y una serie de instrumentos que flotaron alrededor de los allí presentes. Todo un guiño de Virgil a la magia que existe durante la infancia y que, Vuitton, también reflejó en la apertura del desfile con un preludio cinematográfico del director Sivaroj Karn Kongsakul. Un retrato visual de la experiencia temprana de un niño de 11 años en la Tailandia rural.
"Puede que vayamos a la India, a Kansas o a Cuba, pero dondequiera que sea el enfoque es la juventud: la etapa de tu vida antes de que te hayan enseñado o programado para hacer, pensar o vestir ciertas cosas”, explicó Abloh. “Y allí en ese estudio, te das cuenta de que los adolescentes de lados opuestos del mundo se enfrentan a las mismas cosas. Refleja el hecho de que, fundamentalmente, todos somos uno”.
Una colección que incluyó 9 looks inéditos que se unieron a las siluetas que ya debutaron el pasado mes de enero, y que además, puso el broche final a la huella de Virgil Abloh en Louis Vuitton. El sueño del genio del streetwear que permanecerá intacto en nuestra retina. Porque, Virgil, fuiste, eres y serás eterno.
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