La moda es en Euphoria un arma para escapar a un mundo roto. Analizamos cómo sus personajes la utilizan para desafiar las etiquetas y estereotipos propios de la adolescencia.
El éxito de HBO Euphoria ha logrado capturar de forma insuperable el espíritu de la sociedad estadounidense contemporánea. Con temas controvertidos como la adicción a las drogas, abusos sexuales y transfobia, los personajes utilizan la moda como una puerta de escape a sus miedos, problemas y ansiedades. La serie lo deja claro: la Gen Z nace en un mundo que necesita curarse. Cambio climático, racismo, misoginia o la salud mental como uno de los grandes tabúes sociales son algunos de los males del mundo que les tocó vivir.
Tonos lavanda y rosas, azules y verdes pueblan el discurso visual de Euphoria, un esquema de colores que representa el mundo distópico que vive la Gen Z; pero, aún así, un mundo atractivo e hipnótico. Euphoria encarna un híbrido entre la cultura rave de principios de 2000 y el tomboy look de los 90. La estética de los personajes femeninos es fácil y divertida de reproducir en redes sociales -solo hay que bucear por los miles de videos de Tik Tok que la reproducen-; se trata de entender la moda como la reivindicación de la mujer y la hipersexualización de la adolescencia. Bien lo define Rue, la protagonista de la serie interpretada por Zendaya, al afirmar “Unless you’re Amish, nudes are the currency of love” (“A menos que seas Amish, las fotos sin ropa son el día a día del amor”).
Rue, quien guía al espectador a través de las historias de todos los personajes, aborda un look masculino y despreocupado que se enfrenta a la estética más reveladora de las demás protagonistas femeninas de la serie. Su armario podría incluso calificarse de recatado, pues parece vivir constantemente de vacaciones. Su personalidad y su atuendo expresan indiferencia y enfado ante el mundo, así como un deseo de pasar desapercibida en su lucha contra la adicción a las drogas. Por ello se esconde en prendas holgadas, simbólicamente estampadas con patrones psicodélicos. Además, en la superposición de capas encuentra un estilo effortless que apenas evoluciona durante sus dos temporadas: camisas hawaianas, pantalones anchos color caqui, sudaderas oversize y muchas, muchas Converse.
Jules, interpretada por Hunter Schafer, escoge los looks más acertados de la serie. En su bicicleta turquesa pasea cada mañana las calles del vecindario hasta su instituto donde, a través de la moda, enmascara los problemas de depresión y discrimnación que sufrió durante su infancia a causa de su disforia de género. Colores pastel, mochilas de koalas y minifaldas de tenis -desde las metalizadas hasta las reminiscentes de la era Clueless- construyen su estética sexy/cursi. Con ella parece buscar la aprobación de los hombres que conoce por internet, y a la vez enseña al espectador que es capaz de crear un particular universo donde encuentra tranquilidad y aceptación.
Jules normaliza la transexualidad y el proceso de cambio de género durante la adolescencia -véase la escena en la que Rue y Jules están tumbadas en la cama, esta última con un crop top en el que se lee ‘atomic’ y ropa interior que advierte sus genitales masculinos por debajo de la tela satén-, al igual que Schafer rompió en la vida real las barreras del género tras desfilar para muchos de los grandes nombres de la moda como Dior, Helmut Lang, Martin Margiela o Versace.
Al avanzar la primera temporada, su look evoluciona a uno más poderoso, menos infantilizado. Uno de ellos es el que escoge para el baile de graduación: un abrigo translúcido tornasolado diseñado por Seth Pratt con el símbolo transgénero junto con un crop top y pantalones color rosa de la colección SS19 de Lou Dallas. Descrita de forma acertada por Fezco -el traficante de Rue- como una “Sailor Moon” en la Tierra, Jules es el único personaje femenino que representa el look de pasarela en la pequeña pantalla, pues se han visto a lo largo de las dos temporadas prendas de diseñadores como Stella McCartney, Opening Ceremony o Jeremy Scott.
Maddy Pérez, el contrapunto a Jules Vaughn, no busca la aprobación ajena, pues la seguridad en sí misma que construyó desde pequeña se expresa de forma clara en cómo entiende la moda. Sus elecciones más recurrentes son conjuntos de dos prendas a juego, y de colores o estampados vibrantes. “Maddy trasciende los límites de lo aceptable”, explicó Heidi Bivens, estilista de la serie, en una entrevista a The Cut. Como consecuencia, reinterpreta la idea de ‘la chica más popular del instituto’ -tan trillada en las series estadounidenses- para aparcar el estereotipo de la adolescente rubia, delgada e híper femenina. Su talento natural es ser el centro de atención, cualidad fácilmente visible en sus prendas cut-out, su maquillaje aplicado al milímetro o, concretamente, su outfit para el baile de graduación -un conjunto de tres piezas de tejido de malla acompañado de una chaqueta con adornos de plumas-. Su estética sintetiza a una chica que disfruta con la moda junto con algunos recuerdos de la Britney Spears del 2000.
Kat, interpretado por la actriz y modelo Barbie Ferreira, representa dentro de Euphoria el poder. La moda le permite reinventarse y encontrarse a sí misma. Desde los primeros capítulos comienza a polarizar su personalidad, dejando atrás la Kat tímida que deseaba esconder su cuerpo para evolucionar hacia la Kat atrevida, segura y dominante, que logra tener el control en sus relaciones con los hombres y consigo misma. Kat normaliza las curvas y redefine el concepto de ‘sexy’ y de mujer socialmente deseable. Arneses, faldas de piel, chokers y medias de red son parte de su increíble transformación, que refleja, por un lado, su reciente incursión en el mundo de las dominatrix, y por otro, su deseo de experimentación con ella misma y con los hombres que entran en su vida. Una reivindicación del cuerpo femenino es la escena que recorre el centro comercial con un top translúcido de Jean Paul Gaultier para detenerse delante de un anuncio de ropa interior de Calvin Klein, icono estadounidense por excelencia de la delgadez femenina, muchas veces asociado al fomento de la anorexia dentro de la industria.
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