Alexander Wang parece que ya no está cancelado. En la noche del 8 de febrero, la jet set de la moda acudió a tropel al primer desfile del diseñador en la ciudad de Nueva York desde que 11 hombres lo acusaron de agresión sexual.
El regreso del diseñador envió un mensaje claro: Todo se puede olvidar si tienes buena aguja. Da igual si eres un violador, da lo mismo mientras tus bolsos sigan fascinando a los trendsetters.
Las acusaciones contra el diseñador surgieron por primera vez en diciembre de 2020, cuando el modelo Owen Mooney acusó a Wang de haberle manoseado. Poco después, el estilista David Casavant compartió una experiencia similar con The New York Times. Una semana después, la abogada defensora de los derechos de las víctimas Lisa Bloom anunció que representaba a 11 hombres con acusaciones contra el diseñador.
Tras negar cualquier delito, Wang emitió más tarde un comunicado en el que prometía que "lo haría mejor". Al parecer, se reunió con sus acusadores, quienes, según Bloom, "reconocieron las disculpas del Sr. Wang". Bloom y sus clientes nunca acudieron a los tribunales y declinaron hacer comentarios sobre cualquier acuerdo económico al que pudieran haber llegado con Wang. Nosotros entrevistamos a Lisa Bloom en el reportaje del Speak Up y podemos sacar muchas cosas en claro.
A raíz del escándalo, se produjo un cambio en las tácticas de marketing de Wang: Las campañas que celebraban su identidad china empezaron a suplantar las imágenes malhumoradas y ultrasexy de antaño. Las publicaciones en la cuenta oficial de Instagram de la marca defendían causas relacionadas con la AAPI, como un fondo de ayuda para los residentes y negocios desplazados por un incendio en el barrio chino de Nueva York. Todo puro marketing.
Un año después, las cosas no han cambiado. Y ahora Anna Wintour y otros grandes de la industria de la moda se sientan en el front row. La moda nos ha dejado claro donde habita el poder y la falta de consecuencias que pueden tener los comportamientos deplorables en ciertas esferas de cristal.
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